martes, 15 de marzo de 2011

El día de la primera merienda con Goma

He decidido llamarle Goma. Sí, a mi pequeño gatito de plastilina color cereza. Apareció en el fondo de un tarro de mermelada –uf, ya casi me he acostumbrado a decir esta frase sin sentirme patológicamente trastornada, ¡bien!-. Mide lo que mi dedo meñique, maúlla en un suspiro y silba cuando busca mi atención. La flexibilidad de su cuerpo me permite llevármelo donde quiera, ¡como si fuera un llavero!

Ayer le llevé a probar las mejores tortitas con nata de la ciudad, en una pequeña cafetería con muebles como de casa de abuela. Mesas de madera carcomida, tapetes de bolillos, fotografías en blanco y negro… y Norma, claro, la dueña. A este rincón encantador le pasa un poco lo que al museo invisible… Aunque tiene sus propias reglas. Resulta casi imposible encontrar la calle donde está, es muy pequeña, no tiene nombre, y un paso en falso te puede hacer retroceder diez casillas, como cuando caes en la Oca mala. O más bien, aparecer en otro barrio distinto. Exige fe. Yo siempre que voy, lo hago así: hay que seguir las tres señales.

La primera señal es una mujer que lee. Puede ser una anciana, o una niña; a veces aparece en forma de estatua, o de dibujo en el suelo. Entonces la paso dejándola a mi izquierda. La segunda señal es una entrada de cine. Es la más difícil de ver, por el tamaño, pero siempre acaba apareciendo. Si la película es un drama, hay que torcer a la derecha en el siguiente cruce; si es comedia, a la izquierda. La tercera y última señal consiste en un espejo, o un reflejo de luz desde un retrovisor o el cristal recién lavado de un balcón. Entonces sí que no hay pérdida. Me sitúo frente a la luz, cierro los ojos, pienso en el interior del lugar más acogedor del mundo y levanto la pierna derecha como para dar un paso al vacío. Cuando abro los ojos y la pisada se completa, frente a mí, aparece puntual el café de Norma. El mejor sitio para merendar con Goma por primera vez.

Lo bueno de los gatos de plastilina es que no están catalogados dentro de ninguna especie viva, así que no pueden considerarse animales, por lo que puedes pasar con ellos a todos sitios. Elegí el mejor rincón, junto a la librería, y dejé a Goma suavemente sobre el tapete. Estiró sus patitas y empezó a juguetear entre los hilos. La buena de Norma trajo la pila de tortitas en un plato de porcelana con dibujo de rosas inglesas, dos tazas de té y siropes de fresa y caramelo. Goma utilizó la cuchara de trampolín para sumergirse en su taza caliente. La plastilina de su cuerpo era realmente resistente, ¡no se deshizo! Mi gato de bolsillo color cereza chapoteaba en el baño más dulce y relajante de su vida mientras yo le hacía cosquillas con duchas de azúcar y atacaba la merienda. Pero los ojos no se le abrieron con luz propia hasta que no contempló con la exquisita atención de los gatos cómo vertía el sirope de fresa sobre la pila de tortitas. No sé si tiene algo que ver con el color rojo, o con el exceso de azúcar y fruta, pero Goma saltó de la taza directa al chorro meloso. No contenta con revolcarse sobre la merienda, cuando dejé el tarro del sirope sobre la mesa, volvió a saltar para sumergirse en él. Realmente, pensé, éste va a ser el hábitat de los gatos de plastilina.

Sólo pudo probar las migajas que yo dejaba caer dentro de la jarrita de sirope, no quería salir. Tanto duró la cabezonería, que no me quedó más remedio que pedirle el favor a Norma. Y terminé volviendo a casa con la tripa llena y un tarro de sirope de fresa con gato dentro. Eso sí, sin parar de reír. Ambos.

2 comentarios:

  1. Cloe, intentaré fijarme bien en las tres señales, quiero conocer la Cafeteria de Norma!

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  2. fascinante lo de las tres señales!! pero una pregunta, Goma es gato o gata???

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