martes, 1 de noviembre de 2011

El día de los corazones de galleta de Halloween (La mañana)

Halloween llegó este año así como de repente, sigiloso y sin avisar. Los turnos de trabajo en el Sundae Nights no estaban ayudándome mucho a finalizar el libro de recetas, y cuando empecé a ver todos los escaparates vestidos de cortinas naranjas y telarañas algodonosas, me pareció una excelente idea incorporar un capítulo temático que incluyese el bocado perfecto ligado a alguna película clásica de estas fechas. Me pasaba las horas de servicio de mesa en mesa con mi imaginación bullendo de míticas cintas de terror, repasando las escenas que recordaba en busca de alguna gelatina, un ponche  o un pastel de calabaza para incluir en el libro. Hasta que di con ello. La imagen me llegó como si un elefante acabase de entrar en una cacharrería, y resultó perfecta. ¡Las galletas-corazón de Eduardo Manostijeras!

Con la previsión de que tenía libre el día festivo, me puse a experimentar en los pocos ratos ociosos con masas y distintas proporciones entre azúcar y mantequilla, después de haberme agenciado unos moldes con forma de corazones y estrellas, y mi piso se convirtió en toda una factoría de dulces en tan solo un par de días. Mi amiga Coco, que huele a leguas la posibilidad de una fiesta, me convenció de que, ya que tenía esa ingente cantidad de repostería, lo menos que podía hacer era celebrar Halloween en casa invitando a todos nuestros amigos. Eso sí, la etiqueta requería disfraz terrorífico a todos los asistentes, no como la última vez, allá por el año 2001, cuando terminamos Coco y yo vestidas de Drácula en el sofá de su casa, viendo Bambi más solas que nada mientras nos despegábamos las palomitas que se nos quedaban atravesadas en los colmillos de plástico.

Ahora que la noche de las calabazas dentadas se había puesto de moda, mis amigos parecían más receptivos a la fiesta y se comprometieron enseguida a asistir, así que Coco y yo nos dedicamos a los preparativos desde por la mañana.

Antes de seguir, tengo que confesar algo. Lo que no le conté a nadie, ni siquiera a mi mejor amiga, es que la imagen de Eduardo Manostijeras y su corazón de galleta me había traído otra escena a la cabeza. Asier. El día que le conocí*, escondido en la Casa del Terror del parque de atracciones, vestido como el héroe imposible de Tim Burton. El traje negro de hebillas, los ojos maquillados como cuevas, los labios encendidos como bolas de navidad… También pensé en cómo volvimos a cruzarnos, en ese extraño episodio en el que me las apañé para ayudarle a salir de un siniestro bucle de gente** que anidaba en el centro de la ciudad; en cómo llegué tarde y no pude retenerle, por segunda vez. Y justo otra vez me enfrento a él, a las fotos de mi memoria, tan solo días después de haber recordado la leyenda de los hilos*** a causa de un pinchazo en mi corazón. Sólo es posible el encuentro.

De pronto, esa idea se disparó dentro de mí como un cohete espacial. Si sólo era posible el encuentro, si los hilos ya estaban tirando para restar metros de distancia, cualquier ayuda extra iría dirigida al mismo propósito, ¿no? El caso es que ni lo pensé, busqué inmediatamente fotografías de Eduardo Manostijeras en internet, imprimí mi favorita y realicé un sencillo montaje del que hice múltiples fotocopias tamaño cuartilla. Aprovechando el buen tiempo y que Coco bajaba al mercado a comprar calabazas, salí corriendo a empapelar todas las farolas y marquesinas que un diámetro razonable me permitía. Cuando terminé, y para justificar ese tiempo, me pasé por un par de tiendas donde compré toda clase de telarañas y farolillos con forma de murciélagos.

A la vuelta del mercado, Coco no pudo resistir la tentación de acercarse a una cuartilla pegada a la parada del autobús 54, que, en blanco y negro, dibujaba la cara de Eduardo Manostijeras sobre un imperativo en letras picudas: “¡Ven a por tu corazón de galleta!”. Bajo esta línea, en un tipo mucho más pequeño, la firma de una tal Cloe junto a su dirección postal.

Coco subió con los ojos entornados. No hace falta decir que tuve que contárselo.

 (Continuará)


 * El día que cumplí la profecía (2ª parte)

** El día del Ocho (2ª parte)

*** El día de la leyenda de los hilos

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