miércoles, 23 de noviembre de 2011

El día del Plan Universal (Anexo: La explicación de Raúl)

Como ya le advertí, Cloe no llegó a casa a tiempo de reunirse con ese chico de nombre tan raro…eh… Asier, eso. Testaruda, esa chiquilla. Supongo que al menos entendería por qué estaba él allí. O, al menos, en parte. Claro, hace un par de semanas, en la noche de Halloween, ella no pudo saber que ese chico sí había visto los carteles que ella puso para buscarle. ¡Por supuesto que los vio! Estaban por todos lados, ¡ya había que estar cegato! También supo que ese reclamo iba dirigido a él, y que la chica que firmaba, esa tal Cloe, sólo podía ser una. O quería con todas sus fuerzas que fuese ella. Esa chica que salió corriendo nada más conocerle, y que le había parecido vislumbrar repetidamente en distintos puntos de la ciudad, siempre a lo lejos, para desaparecer en el siguiente parpadeo.

La chiquilla, Cloe, le estaba esperando esa noche, sin saber que él caminaba hacia su casa, vestido con su traje de trabajo de la Casa del Terror, un moderno Eduardo Manostijeras, verificando casi con obsesión la dirección escrita en el cartel. Este chico, Asier, ¿no?, llegó hasta el portal, y entonces vio a una tropa auténtica de gente disfrazada como él. Se quedó de piedra. ¡Menuda cara puso!

Les estuvo observando un rato, desde la acera de enfrente. No parecía encontrarse muy bien. Debió de sentirse insignificante, como un clon más tirado de serie. Se sintió extraño dentro de ese traje, hasta parecerle ridículo. La vergüenza le empujó definitivamente hacia delante, pasando el portal, y decidió meterse en un bar a tomar algo, aprovechando que había también celebración de Halloween y su extravagante atuendo no llamaría la atención.

Salió de allí un rato después, sintiendo ya tristeza y arrastrando los pies. Entonces, como en otras ocasiones, divisó en la acera de enfrente, a unos metros, un reflejo de pelo anaranjado. En el parpadeo siguiente, unos brazos grandes servían de almohada a esa cabeza. No esperó a parpadear de nuevo, y sin querer sacar conclusiones, Asier volvió a casa.

Esa cabezota, Cloe, no podía saber nada de esto, ¡sólo faltaba!, pero digo yo que ahora entenderá al menos que Asier sí vio el cartel. Y que ha vuelto. Bueno, para ella nunca antes había estado ahí, claro…  En fin, que me estoy enredando mucho con esta historia y a mí, después de todo, ni me va, ni me viene. Ahí estén persiguiéndose por la ciudad o lo que les dé la gana. Yo tengo mucho que hacer, soy un hombre ocupado… Y si les sigo echando un vistacillo a las líneas de sus nombres en mi mapa, pues es por pura curiosidad, no sé, por saber cómo va a terminar esto… ¡A mi edad también tendré derecho a un poco de diversión! ¡Vamos, digo yo!

1 comentario:

  1. qué guay!! me encantan estas entradas, yo quiero conocer seguir un día a Raúl!! aunque los resultados sean decepcionantes, es bonito pensar que hay alguien velando por tus pasos... y que no soy la única en desvariar imaginando toooodas esas combinaciones de trazos posibles!!

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