lunes, 23 de mayo de 2011

El día del profesor de Mecánica Celeste (El encuentro)

Encontrarme en el rincón de libros especializados en Física rebuscando algún título sugerente suele significar una cosa: que ha ocurrido alguna desgracia. Es lo único que me ayuda a salir del laberinto de pensamientos ante los problemas que no puedo resolver con mis propios medios. Comprender los fenómenos naturales que nos rodean –o al menos, intentarlo- siempre me ha funcionado como camino para salir del jaleo emocional y poner a trabajar las neuronas en cosas relevantes, que están ahí, todo el día entre nosotros, y a pesar de eso, resultan ignoradas.

La mañana no había sido muy buena, llevaba desde por la noche en el hospital acompañando a una amiga que había tenido un accidente. Por eso por la tarde, cuando la dejé rodeada de familiares, aproveché para correr a la librería más cercana. Necesitaba agarrarme a cosas más grandes o más pequeñas que nosotros, pero desde luego menos frágiles. Imperecederas. Unos recurren al whisky, otros al peluquero. Cada uno hace lo que puede, ¿no?

En los últimos años había tenido un flechazo con la física cuántica. Qué le vamos a hacer. Me encanta entrar en ese mundo de cosas tan pequeñas que a veces da miedo de lo fantasmagórico que es. Brrr. Siempre me deja con ganas de más. Así que me puse a rebuscar con paciencia los últimos títulos publicados sobre el tema, que debían de estar en algún punto de ese esquinazo repleto de libros desde el suelo hasta el techo. Entonces lo olí. Antes de que mi cerebro pudiera analizar la información, mi estómago se dio la vuelta. ¿Verdad que algunos olores funcionan como las más precisas máquinas del tiempo? Pasa en menos de un segundo. De repente, hueles algo y estás ahí. Quizá años atrás.

Miré por el rabillo del ojo, el olor procedía de alguien que estaba justo a mi derecha, a pocos centímetros. Una mezcla de jabón y vainilla. Se le parecía bastante. Respiré hondo y volví a mirar, ahora sin tanto disimulo. Y sí, era él. Algunos años más, el mismo estilo tirado de camisas de franela sobre camisetas oscuras; el mismo modo de pasar las páginas de un libro, con esos dedos largos y estilizados, como si lo estuviera acariciando… Debió sentirse observado y me miró. Su cara de sorpresa me hizo reír con ganas.

Cuando nos conocimos, trabajaba de profesor asociado en la universidad, en el departamento de Astronomía, y fui alumna suya en una asignatura de libre configuración, Mecánica Celeste. Todo esto me pasó en el clásico momento de crisis universitaria. ¿Había elegido bien? Necesitaba salir de mi facultad y entrar en otros mundos, y las matemáticas siempre me habían apasionado. Consulté el listado de asignaturas a las que podía optar en ese cuatrimestre, y cuando llegué a “Mecánica Celeste” dejé de leer…

(Continuará)

1 comentario:

  1. OHHH!!
    me encanta la válvula de escape, es una buena fórmula eso de "agarrarse a cosas más grandes o más pequeñas que nosotros, pero desde luego menos frágiles", genial frase!!
    totalmente de acuerdo también en lo de los olores, qué facilidad tienen para teletransportarnos instantáneamente...
    la historia promete!!

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