lunes, 19 de septiembre de 2011

El día en la ciudad más rara del mundo

Solo hay locos en la ciudad más rara del mundo. Se mueven como juguetes de cuerda y se acercan para decir frases sin sentido. En la ciudad más rara del mundo solo hay reflejos. En los cristales de los edificios, en el acero de las máquinas, en la plata de los vestidos, sobre la superficie del agua. Solo hay reflejos y ya nadie sabe qué es verdad y qué mentira.

En la ciudad más rara del mundo los amores son imposibles, solo el reflejo de los amores muertos sobrevive, para engañar a sus pobres víctimas, locas para siempre.

Se comen pastillas en la ciudad más rara del mundo, y dicen que saben a helado y a patatas fritas cuando se deshacen en la boca en el momento que menos esperas.

Solo hay gritos en la ciudad más rara del mundo. Unos son de risas, otros de desesperación y otros de tristeza. Nadie los sabe distinguir.

Nadie sabe distinguir entre la locura y la esperanza en la ciudad más rara del mundo, porque olvidaron leer el libro del conocimiento. Suman y restan y restan y suman solo una fila de números permitidos. Olvidaron los números imaginarios y se quedaron atrapados.

Sáquenme de aquí, por favor. Ayúdenme a salir de la ciudad más rara del mundo. Les demostraré que mi cuerpo no se mueve con cuerda, que sé distinguir los gritos de angustia y los de felicidad y que aún recuerdo el sabor del helado. Sáquenme de aquí antes de que todos se olviden de mí…

1 comentario:

  1. Saldrás pronto, Cloe, en cuanto dejes de creer en los reflejos y en los amores imposibles... conserva en tu recuerdo el sabor del helado y en cuanto salgas te invito a uno en esta ciudad que aún no es del todo la más rara del mundo... aunque a veces se parece terriblemente!!

    ResponderEliminar