viernes, 29 de julio de 2011

El día del Ocho (1ª parte)

Hago esfuerzos por recordar cómo he llegado hasta aquí arriba, pero no consigo comprender. La destartalada terraza me abre una extraña imagen de sueño que acaba por tornarse pesadilla. Las nubes sobre mí, plúmbeas y de olor húmedo, anuncian una violenta tormenta de verano. El viento las azota y lo siento con fuerza revolviéndome el pelo en todas las direcciones, como loco. Contemplo medio hipnotizada el fluir de gente que dibuja un claro bucle más de veinte plantas por debajo de mis pies, sobre la calle. Un enorme ocho que se retroalimenta de los pasos autómatas de una multitud inconsciente. La inquietud se instala en mi interior. ¿Qué demonios está pasando?

Ahora recuerdo que no estoy aquí sola. Me giro, y el limpiacristales con aspecto de mendigo, de ropas raídas y sucias, sin afeitar, y con un sombrero pisoteado, sigue junto a mí. Casi había olvidado su presencia, pero ahí está, medio metro por detrás de mis hombros, preparado para rescatarme si me da por caer. Si me diera por caer.

-¿Qué está pasando? –le pregunto.
-Se lo advertí, señorita. Ya ve que no le mentía. Nadie parece salir de ahí, de ese ocho.

(Continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario