martes, 21 de junio de 2011

El día de los nombres

Mi padre, desde Dinamarca, siempre se toma a guasa los nombres de mis amigos. Dice que, de esperpénticos, no pueden ser reales, hasta el punto de llegar a la conclusión de que no tengo amigos y que no me queda otro remedio que inventármelos con el fin de tranquilizarle para que no me obligue a volver a vivir soportando el bajo cero danés. Solo hace una concesión con Mikel, después de que le explicase que se trata del nombre en euskera, y no la versión danesa de Miguel, con la que comparte el sonido.

Pero con Coco, Lilo, Kit y Lelaina no hay manera de convencerle. Cuando vuelve a cuestionar la existencia de estas personas, hecho que se produce con una frecuencia más o menos regular, yo siempre le argumento que, por esa misma regla de tres, ¡alguien ajeno podría dudar de mi propia existencia! “Tu caso es distinto, tu nombre suena diferente porque procedes de dos culturas distintas, y con el añadido de que a tu madre le chifla todo lo francés, qué le íbamos a hacer…”, me responde para zanjar el tema sin más.

La clave para entender mejor este tema de los nombres me la dio un pintauñas. Bueno, ayer estaba escarbando entre los cestos de liquidación de una droguería, y los propios cosméticos me trajeron a la cabeza este recuerdo de las burlas de mi padre, y me dieron pie a tener una especie de revelador diálogo con ellos acerca del asunto en cuestión.

Buscaba entre la pequeña montaña de esmaltes un color especial, algo veraniego, un rosa que no llegase al naranja pero que lo pretendiese, no sé si me explico. Encontré un par de opciones de distintas marcas. Los frascos tenían un tamaño similar, el color era parecido  y no había mucho más que analizar. Hasta que le di la vuelta a uno de ellos y leí en la base su nombre: Coral des Mers. ¡Qué bien sonaba! Así que me apresuré a voltear el otro pintauñas también para saber su nombre, y me encontré con la enorme decepción de un número de serie: 457. De pronto, los volví a mirar, y de algún modo extraño, el Coral des Mers lucía más bonito y con un color más rico que el triste 457, que se había quedado apalancado una vez descubierto su secreto. La elección estaba clara.

Volví a lanzarme a las cestas, ya con la intención de llamar a cada pequeño tesoro por su nombre. Así descubrí que el rojo de labios Heart Breaker (Rompecorazones) prometía besos más espectaculares que el Rosa nº1, que el brillo Miel Fantastic resplandecía con más luz que el Gloss Basic, que el colorete Tomette D’Or parecía puro terciopelo frente al nº 14 o que el violeta de las sombras Mad as a Hatter (Loca como un Sombrerero) tenía una intensidad más enigmática que el Violet 01.

Lo que entendí es que el solo nombre, eso que parece arbitrario y tan superficial como la fina cáscara de una pipa, dice mucho de quiénes somos y de quiénes vamos a ser. Su importancia no es motivo de risa, ya que es lo primero que determinará nuestra vida desde que nacemos. Así comprendí que mi amiga Coco prefiera ser conocida por este nombre frente al que sale en su DNI, que creo que es Pilar. “Coco” fue la primera palabra que salió por su boca, y sus padres y hermanos comenzaron a llamarla así de modo cariñoso. Hasta que se llega al punto de no retorno en el que la adolescente no puede identificarse con Pilar, o lo que sea, cuando tiene lugar el intento familiar de desfacer el entuerto. Pero es que Coco siempre ha elegido ser Coco, y no otra cosa, porque ese nombre ya había determinado quién era. Y desde luego, ¡ella no era una Pilar! (Esto lo dice siempre muy digna).  

Algo similar pasa con Kit –oficialmente, Carlos-, que tomó su nombre prestado de El coche fantástico, allá por los años ochenta. Parece ser que estaba verdaderamente obsesionado con la serie, y con David Hasselhoff, por cierto -ya apuntaba maneras desde pequeño-. El caso es que Kit siempre se presentará como Kit, y la historia de su nombre probablemente tenga mucho que ver con su amor por la velocidad y los deportes de riesgo.

Los padres de mi amiga Lilo, muy religiosos, tuvieron la ocurrencia de llamarla Tomasa por el onomástico, lo que le marcó profundamente al hacerla una niña tímida en extremo y poco sociable, consecuencia de las burlas de todo el colegio. Hasta que, hace unos años, con el estreno de la película Disney Lilo y Stitch, alguien reparó en que ¡el dibujo de esa adorable niña hawaiana era clavada a Tomasa! Algunos empezaron a llamarla así, y ella misma comenzó a sentirse con más confianza y más feliz tras ese nombre que suena a canción. Yo ya la conocí como Lilo. Y sí, lo cierto es que se parece muchísimo al dibujo animado.

El caso de Lelaina es distinto. Ella sí que es Lelaina desde la óptica oficial. Cuenta que sus padres sacaron el nombre de la protagonista de una película americana que, en su momento, les había encantado, y que ya no recordaban en absoluto. La cosa es que Lelaina se ha sentido especial desde el principio de sus días: nunca había conocido a nadie con su nombre, ni en el colegio, ni en las clases de inglés, ni en baile… ¡Era única! Y esa confirmación de que era especial, según me ha confesado ella, le dio la fuerza y la confianza necesarias para hacer algo especial con su vida. Tuvo la valentía de estudiar teatro desde el fin del instituto, y se ha convertido en una verdadera actriz que puede costear su alquiler sin problemas.

¡Está claro! ¿Quién quiere ser una de esas Patricias, Beatrices o Elenas de andar por casa cuando se puede ser una Lilo, una Lelaina o un Kit? A ver ahora si logro convencer a mi padre de que mis amigos, que tampoco se llaman como ninguno de aquellos cosméticos fabulosos, no solo son estupendos, sino que, además, existen.

2 comentarios:

  1. Los nombres tienen color y volumenr. Algunos son como el aire, otros como la brisa y alguno es como la tormenta inesperada . Los nombres marcan, susurran, evocan sueños... Pero los amigos, tengan el nombre que tengan siempre, siempre serán especiales . tambien tu padre, Cloe entenderá de su existencia.

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  2. me has matado en el final, hasta entoncees estaba totalmente de acuerdo contigo!! pero yo quiero ser una elena, y los nombres extravagantes los dejo para los comerciales!! Desde cuándo estás de acuerdo con un plan de márketing??? es sólo fachada!
    (pero yo por supuesto, también me habría comprado el pintauñas Coral des Mers :-)

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