lunes, 21 de febrero de 2011

Bienvenido a mi mundo

Me llamo Cloe Andersen y tengo 29 años. Comparto con el famoso escritor infantil el apellido danés, por mi padre, pero a pesar de haber vivido en Dinamarca mis primeros años, no hablo demasiado el idioma.

Me encantan el color rojo, el número 13, los idiomas extraños, el frío, los dulces con sabor a canela, las películas sobre adolescentes, los gatos, el sonido al hacer “clic” de las cámaras analógicas, los libros viejos, la teoría cuántica y La historia interminable. Odio los números pares, las expresiones muy manoseadas, la sopa, el color negro, los mocasines, las redes sociales y cualquier relación que no sea auténtica, la música chillona y las hombreras.

Me gusta mucho cocinar, colecciono libros de recetas, y aún no sé cómo, he conseguido empezar a pagarme el alquiler escribiendo yo misma libros de cocina. Bueno, tengo que ser sincera… escribiendo un libro de cocina. Una de mis ideas cuajó en una pequeña editorial especializada en temas gastronómicos. Y en estos momentos me enfrento a un segundo libro de cocina por encargo de la misma editora, algo más complejo, que mezcla los fogones con el cine. Pero esto ya es otra historia…

Hace unas semanas, escarbando en los cajones de mi antiguo escritorio de adolescente, durante unas vacaciones en casa de mis padres, encontré un tesoro por el que algunos pagarían: los diarios de la universidad. Son pequeños cuadernos manuscritos y muy detallados sobre lo que me sucedía esos días. Anécdotas que ya no recordaba, historias que mi memoria se había ocupado de modificar en aras de la supervivencia, diálogos intrascendentes que en ese momento significaron algo importante… Todo está ahí.

Los devoré en una sola noche, con la sensación de estar leyendo una novela sobre la que, pese a conocer el final, la trama resultaba mucho más interesante por sí sola y se había difuminado con el tiempo. Parecía que todo aquello le había pasado a otra persona, y tengo que reconocer que disfruté con esa especie de ejercicio de voyeurismo sobre mí misma.

Saqué dos conclusiones del atracón de diarios. La primera, que gracias a dios la gente evoluciona, y creo que no me equivoco si digo que, en mi caso, ha sido generalmente para bien. La segunda y más importante, que es la que me ha empujado con fuerza a escribir estas líneas, es que en esos tiempos sucedían cosas todos los días. O, al menos, todas las semanas. Cosas que eran dignas de contar, que en esos momentos eran importantes y que hacían que un día pudiera ser especial y recordado por aquello que había vivido. El día en el que me enamoré de mi profesor, el día en que conocí a personas que se convertirían en las más importantes de mi vida, el día en que la falda se me quedó pillada en la cinturilla de las medias y me paseé por toda la facultad sin percatarme de que estaban en ojos de todos mis bragas de osos amorosos… En fin, momentos que obviamente no tienen capítulos en la Historia Universal pero sí en la mía. Realmente, este descubrimiento me ha hecho mirar alrededor y constatar que, muy a menudo, mis días se acumulan sin que pase nada más que lo que damos por hecho. Ningún día suele ser especial a los otros, y al final todo queda en una suma de horas. Unas más disfrutadas que otras, por supuesto.

Así que, con el inicio de un nuevo año impar, he tomado la firme determinación de lograr que mis días vuelvan a ser especiales, emocionantes, fascinantes. Vale, sé que esto no siempre depende de uno mismo, pero sí creo que algo tiene que ver con el espíritu que incorporemos al asunto. Con que nos lo creamos, en definitiva. Voy a matar al destino para fabricármelo yo solita. ¡Ése es el plan! Y no podré acostarme sin que ese día haya sucedido algo que merezca la pena ser contado, ya sea una historia mía o prestada. Puesto que odio profundamente los números pares, he pensado que escribiré sólo los días impares, para compensar el injusto desequilibrio que sufren los pobres unos, treses y sietes del mundo. Ésta será la regla. Un plan perfecto... que empieza… ¡ya! A partir de ahora, así será la fascinante vida de Cloe Andersen…

4 comentarios:

  1. Simplemente genial!me declaro fan desde ya

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  2. Mmmm... esto tiene pinta de que va a estar muy bien! Bienvenida al mundo de los blog Cloe! Espero que este sea el primero de muchos relatos.

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  3. bla bla bla. ¿Te crees muy guay, eh? A mí no me convences con esos gustos burgueses y esa previsión infantil de que tu vida va a ser apasionante. Hasta te crees que tus diarios de adolescente son un tesoro. Jajaja. Me deskojono, con k. ¿Qué nos piensas contar? ¿Que tu vida huele a canela y a frufrús? Mira por la ventana, guapa, que la vida está llena de porquería. ¿Tu sabes eso de que la poesía es un arma cargada de futuro? Fijo que no. Pon un poquito de compromiso a eso de juntar palabras y poner un lazo rosa. Y al salir, pon los pies en el suelo, que pisar una mierda también es vida.

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